domingo, 9 de febrero de 2014

La ridícula idea de no volver a verte

La ridícula idea de no volver a verte”. Así titula Rosa Montero su radiografía sobre el dolor de Madame Curie a la muerte de su esposo, una crónica en espejo del propio dolor por igual motivo. Rosa ha tenido la valentía de escribir un libro franco, sencillo, desnudo, desde las entrañas. Una especie de auto terapia que ha convertido en bálsamo para el alma colectiva. Me ha gustado que comparta esa intimidad con los lectores, esa pequeña parcela de dolor y reflexión madura que parece debería quedarse en el fondo de la almohada, en el agua de la ducha, en nuestro paño de lágrimas, en la cuenca de los ojos, en la punta de los dedos o sólo en los oídos de nuestros más cercanos confidentes.

Rosa decía que hace años aspiraba a escribir un gran libro sobre la Humanidad, y que ahora sólo aspira a la Libertad. Que sólo contando las historias desde dentro, desde los derrumbes y las miserias, en un viaje al interior de uno mismo, en un canto desgarrado, somos capaces de aproximarnos a la canción colectiva.

Seguramente Marie, aspirando solo a la Libertad, marcara un hito en la Historia de la Humanidad. Seguramente desde sus derrumbes, desde sus miserias, desde sus fantasmas, lograra alzar la voz en este gran coro del mundo.

#Palabras, #Libertad, #Ligereza, #Honrar a los padres, #Hacer lo que se espera. Estos y otros lugares comunes forjan la personalidad de una mujer recia, estoica, perseverante y auténtica.

Sé que a Rosa le gustan las #Historias de Mujeres, yo prefiero hablar de historias de personas, pero en este caso la cuestión de género se hace ineludible, y reconozco que me ha producido gran regocijo ver ese par de tetas entre tanto premio Nobel en aquellas fotos en blanco y negro. 

Uno de los grandes valores de Marie fue que su aspiración sólo a la Ligereza, sólo a la Libertad, le empujaba a una completa renuncia material.  Renunció a patentes y privilegios. Descuidaba el vestido, se olvidaba de comer, se quedó como el espíritu de la golosina. Porque ¿cómo amar lo material siendo lo sustancial tan enriquecedor?,  es como quedarse con el envoltorio del caramelo. Ella solo ansiaba luchar de sol a sol por engrandecer su nombre y su laboratorio, por honrar a su marido, por hacer más universales sus méritos, por crecer desde dentro y no en la forma. Toda una lección en estos tiempos modernos. Incluso tuvo la oportunidad de llevar a la práctica el conocimiento adquirido, poniendo en funcionamiento las primeras máquinas de rayos X al pie de las trincheras de la I Guerra Mundial.


Sin embargo el libro también habla, y sobre todo, del #Amor que rompe moldes; creativo, efervescente, fosfórico y ácido, como el chisporroteo de una conexión neuronal. Como el brillo de ese radio aislado durante meses en la oscuridad de un chamizo que hacía de laboratorio, como cada reacción química, también radioactiva, que a medida que unía a Pierre y a Marie los destruía por dentro. Probablemente el motor de su vida aceleró su muerte. Cada uno de esos días extenuantes, masoquistas, delirantes, en que arrojaban un poco más de Luz al túnel oscuro del Saber, iban dejándolos ciegos. Murieron sin saber que el fruto de sus entrañas y de sus sesos los estaba matando poco a poco. Y aún sabiéndolo, probablemente no hubieran renunciado a su propósito.

Pierre estaba debilitado por la radiación acumulada y absorto en sus pensamientos cuando resbaló bajo la lluvia de abril y fue atropellado por un coche de caballos. Porque también la muerte es como un chisporroteo que azota y asola el alma, dejando un campo yermo sobre el que volver a cultivar. Así, Marie se quedó sola, desgarrada, con una herida abierta en el alma y otra en los sesos (dicen que besaba los sesos de su marido desparramados por las aceras).  Y así, desde esa ridícula idea, porque no se explica con las matemáticas, ni con la física, ni con la química, esa ridícula idea de no volver a verte, esa imposible ecuación que nadie ha resuelto aún, Marie fue capaz de, como dijo Pierre al conocerla, hacer de la realidad un sueño, y convertir ese sueño en realidad.

En las últimas páginas, tan enfrascada me encuentro en la lectura de este pequeño libro, que salgo del metro con él en la mano, olvidando dentro el resto de mis pertenencias. A medida que observo cómo se alejan en el vagón, me recorre un pequeño escalofrío de desnudez. Otro de gozo. Empiezo a sentir, también yo, esa extraña #Ligereza, esa extraña #Libertad, esa ridícula idea de no volver a verte. Ahora, siento que soy capaz de amar más. Y solo espero que sigamos amándonos de esa ridícula forma en todos los rincones del planeta. Desnudos y sin artificios.

Supongo que habrá sido el último guiño de los Curie a su joven, absorta y embelesada lectora.