sábado, 30 de noviembre de 2013

Interferencias

Este es el resultado de pasar a limpio frases memorables de una conferencia de Ángel Gabilondo durante un partido de fútbol mientras me guarecía en el bar de la esquina al haber olvidado las llaves de casa... una curiosa, ambivalente, desigual y esclarecedora experiencia (:)):

Necesitmos derechos iguales para personas singulares. Es importante encontrar nuestra singularidad, nuestro motor vital más allá de lo que nos rodea. 
(¡Qué buen comienzo de partido... dominio absoluto del Real Madrid!).

Solo se es diferente en el seno de lo Común, fuera de lo común se es indiferente.
(Entrada de pepe larga, quiere llegar.... ¡saque de portería!).

Os deseo ser menos, porque más vale perder juntos que ganar solo.
(Otra patadita, y ya debe de ser la quinta o la sexta de Felipe Melo).

En la antigua Grecia sólo eran individualistas el esclavo o el idiota. La Comunidad da un plus y engrandece a los ciudadanos activos y libres.
(Cerrando filas, cerrando filas...¡qué jabatos, qué jabatos!).

Una cosa es organizar actividades y otra es la verdadera acción transformadora.
(Sigue Marcelo, bien por él, buscando el palo).

La ética es conseguir que todos seamos miembros activos de pleno  derecho de una Comunidad.
(Bullut, Bullut, Bullut... dispara desde ahí... ¡la revienta! ).

Nuestra dignidad también tiene una dimensión social. Si una sola persona no tiene derechos todos podemos considerarnos indignos.
(Desviadísimo el disparo de Bullut... y balón para el Real Madrid).

Sin palabras no hay Comunidad, ni Comunicación.
(Marcelo recorta, pasa a Di María).

A veces tenemos dolores de palabra. A veces ponemos todo perdido de palabras. Pero a veces la palabra es certeza como esa flecha que llega al pleno centro de la diana.
(Juega la pelota Melo para el capitán, abre el balón a banda...).

Necesitamos a gente que viva como dice y piensa. Mentir no es no decir lo que se piensa, sino no vivir como se piensa y dice.
(Mete la pierna Marcelo, Marcelo la saca). 

Yo no digo "a las barricadas", digo "a las aulas". El aula no es solo un espacio de conocimiento sino también de convivencia. Cada reunión es un espacio para tomar fuerzas y razones.
(Inath entrega la pelota para Dibrat, Dibrat la saca).

Los derechos son estímulos de libertad. Los valores solo son valores si se hacen valer
(Juega la pelota, la mueve Pepe, la entrega para Arbeloa...)

Estamos propiciando un verdadero mercado de valores, es necesario buscar nuestra propia escala.
(Arbeloa, Arbeloa, desciende para Di María).

Las convicciones no son estados de ánimo.
(Melo juega atrás... ).

Tenemos que potenciar, más allá del deseo de aprobación, la capacidad de amar y de dejarse amar. A veces es duro, lo sé.
(...pero se encuentra un muro, el muro de contención de Pepe).

La verdadera salud es la sabiduría, ser capaces de abrir condiciones para la vida de los otros.
(Buen cambio de línea de Bullut).

¿Qué recomendaría para tener buena salud?: la lectura, la escritura, la comunicación..., y andar, pensar, correr, bailar, relacionarse, amar...
(Ni Cristiano, ni Di María... ¡qué zapatazo de Gareth Bale!)

Página viene del latín pango, y tiene la misma raíz que pacto o paz. Es del pueblo y de la diversidad.
(Arbeloa, Arbeloa se acerca a la pelota...).

Lo público no es del Gobierno, sino de la sociedad. Se daña mas a lo privado desconsiderando lo público. Son necesarias políticas públicas para combatir la vulnerabilidad.
(¡Qué control del partido el del Real Madrid!).

Antes la economía era una ciencia humanista, ahora es una rama de la teología.
(Esto es una fiesta señores, una fiesta de goles la que nos han preparado).

Mejorar la política social es también una inversión económica.
(Pepe como siempre haciendo de las suyas).

Decia Eduardo Galeano que "guardemos el pesimismo para tiempos mejores". Yo apuesto por el pensamiento positivo.
(¡Gol, gol, gol, gol, gooooooooollll!, y ya van cuatro... ¡sí, señor!)

¿Para qué sirve el horizonte, si a medida que nos acermos de desplaza? Simple y llanamente, el horizonte sirve para caminar.
(Entró con velocidad, se acerca hacia el fondo del campo............................ final del partido).






Conferencia inaugural de Ángel Gabilondo. 
Encuentro AMaSaP. 27 de noviembre de 2013.

Partido de clasificación de grupos entre el Real Madrid y el Galatasaray. 
Liga de Campeones. 27 de voviembre de 2013.

viernes, 29 de noviembre de 2013

África negra

Contigo aprendí...

Que no todo el oro reluce.
Que la Belleza es un estado de ánimo.
Que cuánta luz alojan las tinieblas.
Que el amor puede ser tan oscuro...
Que he de aprender a caminar desnuda.
Que el monje hace al hábito.
Que nada tiene precio.
Que la vida se cuela por los más inhóspitos rincones.
Que una bofetada es como agua bendita.
Que un llanto vale más que mil palabras...

Y que estoy enamorada de la vida.




domingo, 27 de octubre de 2013

Desnudez



La desnudez no es lo que pasa cuando te quitas la ropa.

Ese desnudo está lleno de prejuicios. Es carnoso y pesado. Medible. Contable. Incluso estandarizado. Me atrevo a ponerle letras, números y adjetivos, a decirme de dónde me sobra o me falta, frente al espejo. Me quito la ropa en el baño, en los vestuarios de la escuela de danza. Miro. Me miran. Enseño, tapo o dejo entrever, creando una ecuación perfectamente ajustada entre el recato, el decoro, la erótica, la elegancia o la dejadez. Compro y vendo centímetros de desnudez como en una mercería.

El desnudo de hoy es puro artificio, fiesta de disfraces de todo a mil. Es como el verano de Ibiza: bronceado, siliconoso y eternamente joven. Así, cuanto más mostramos, más perdemos el tacto y el contacto, más nos cubrimos de mentiras.



Hoy doy la bienvenida al otoño caminando por el paseo de las Acacias. Para mí es el paseo de la Desnudez. Antes, no solo me he quitado la ropa, también la piel, el músculo y el hueso. He lavado los surcos. He expandido la risa y las cosquillas por los cuartos vecinos. Me he sacudido el polvo. Me he secado las lágrimas.Tengo un gemidito ahogado en el fondo del vientre.

Ahora todo es tranquilo, callado y melancólico.

Me gusta el otoño porque está desnudo de artificios.

Así es la desnudez. Como el estallar del otoño, que atesta de hojarasca las aceras,

que se despoja de vestigios del pasado,

que muda de piel cada año,

que se muestra tal como es, seco y austero. Fósil de eternidad.



La desnudez es liviana y rotunda. Es poderosa.


Y yo. 

No me desnudo cuando me quito la ropa.

Me desnudo cuando te miro a los ojos.

Me desnudo cuando me tiendes la mano.

Me desnudo cuando me pierdo en tu ausencia.


La desnudez no es anclarme a tu piel 

sino fundirme en tu abrazo.

No es entreabrir la puerta sino sacar a la luz  

el tallo sin espinas de la flor de mi vientre.


Es una nota de música suspendida en el viento.



La desnudez es la palabra, sola y temblorosa.


lunes, 24 de junio de 2013

Algoritmo

La danza me hace preguntas sin respuesta.
La estadística me da respuestas sin pregunta.

Dígome si no debería hacer bailar a los números
y convertir a los pasos en un algoritmo.


Sigo sin entenderme.

lunes, 10 de junio de 2013

Un cuento para adultos



Me gusta cuando la vida te brinda estos regalos. 

Esos milagros al alcance de todos. Esos destellos de luz en sala oscura e incandescente. Esa energía que impregna las paredes e inflama un alma amedrentada con una llama de ausencia, media docena de disparos de incomprensión, un puñal en el pecho, una música callada y un pozo de melancolía en medio de un cielo repleto de estrellas.

Y esas olas que te arrastran, esa danza que te mece… y el humo del tabaco adulterado, el chirriar del martillo impotente sobre el yunque, una guinda en un pastel despojado de inocencia, una inyección de vida disfrazada de clausura. 

Me gustó que se destilasen lágrimas del diván de un cañero solitario y brotase la sangre roja sobre la barra del bar de la esquina.

Fue una muestra de que la crueldad puede ser entrañable, el sinsentido coherente, la sátira pura magia y el Sistema una jaula de cristal. 

En ocasiones tuve ganas de llorar y reír al mismo tiempo y emborracharme después, y seguir mirando al infinito con una sonrisa en los labios y sin sentirme una estúpida.  Supongo que en el fondo la obra destilaba con una extraña fórmula la belleza de este mundo.

Fue un verdadero regalo despojado de artificios, de personas que dejan la piel en la escena, la desnudez en la palabra, el sudor y la sangre entre bastidores. Y así, entre carcajadas, nos regalan lo que no puede pagarse, con amor y generosidad.

Como decía Galeano “parecen cosas chiquitas, no expropian las cuevas de Alí Babá, pero quizá desencadenen la alegría de hacer y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que nuestro alrededor es transformable”.

Yo creo que son cosas imprescindibles, vitales y memorables, que constituyen la mejor arma de empoderamiento.

Me gusta cuando actúas, porque Estás. 

Me gusta cuando callas, porque Eres.


Guerreros de la Luz, gracias por iluminar nuestros sueños.



Os admiro,


“Un cuento para adultos
puede disfrutarse en la sala Mirador hasta el 23 de junio.

lunes, 20 de mayo de 2013

Los pobres heredarán la tierra


¿Cómo vas a heredar lo que siempre fue tuyo?


Me pregunto,

 si alguna vez los ricos heredarán el pan.

martes, 7 de mayo de 2013

Me gusta cuando escribes porque estas como ausente...

Maquillaje

Maquillaje en el rostro.
Maquillaje en las manos.
Maquillados paisajes, palabras, canciones.
Silencio maquillado.

Maquilladas las suelas de los zapatos, los techos de cristal.

Maquilaje de luces y sombras.

Maquillaje en los pomos de las puertas que abro y en el viento que se cuela por los resquicios de mi ventana.


Intento asirlo todo, limpiarlo, mirar al fondo.

Me ensucio, me enzarzo, froto con fuerza. Rasgo el maquillaje.
Se esparce entre los dedos.


Y al caer la noche y observarme las palmas a la luz de la luna...





Tengo las manos manchadas de amor.



martes, 23 de abril de 2013

La vida líquida



El ensayo de Bauman que he estado leyendo esta semana me ha resultado verdaderamente esclarecedor. Me ha ayudado a entender por qué pisamos constantemente suelo resbaladizo, estamos impregnados de una materia viscosa, perpetuamos los resbalones y nos aferramos a cualquier pequeño escollo a las orillas de la frustración.

La vida es líquida. Se ha licuado como los cascotes polares, como los arroyuelos en la primavera. Se desvanece antes de poder asirla.

La sociedad moderna líquida es aquella en que las condiciones de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en unas rutinas determinadas. Los logros individuales no pueden solidificarse en bienes duraderos porque los activos se convierten en pasivos y las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos. 

La vida líquida es precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante. Constituye una permanente sucesión de nuevos comienzos. No puede detenerse. Se engulle a sí misma. Implica modernizarse o morir. Comer o ser comido.

La modernidad líquida es como un barco a la deriva, un constante viaje en arenas movedizas. El éxito pasa por la aceptación de la desorientación, la inmunidad al vértigo y la adaptación al mareo, la tolerancia a la ausencia de itinerario o de dirección y lo indeterminado de la duración del viaje.


En este país, líquido, la lealtad es motivo de vergüenza. Desaparecen las utopías centradas en la sociedad. No tienen cabida los mártires ni los héroes. Se centra en el individuo y en el presente degradando los ideales de "largo plazo" o de “totalidad". 

No crea expectativas, ni punto final, ni misión.


En esta ciudad, líquida, nadie puede eludir ser objeto de consumo. El consumismo se alimenta de la insatisfacción del Yo consigo mismo. La satisfacción es efímera, dando lugar a nuevas necesidades, deseos y carencias. 

Así, permite la mercantilización, privatización y comercialización del arte, de la educación y de la cultura,  produciendo un estado de permanente ignorancia, creando un saco de conocimiento donde ir reponiendo y desechando conjeturas.  Prima la destrucción creativa, hasta convertir a la industria de eliminación de residuos en el bastón de mando de la economía.


En esta estancia, líquida, la felicidad se ha convertido también en bien de consumo. Compro ambiciones, sueños y quebrantos a golpe de tarjeta. Satisfacerme se reduce a una descarga endorfínica y enamorarme a una mera excreción de oxitocina.

Corro cuanto puedo para permanecer en el mismo sitio, arrastrada por una corriente que no me permite el avance. 

Me pierdo. Me revuelvo. Me dejo engullir por las fauces marinas. Me sumerjo. Me ahogo.



Ahora entiendo por qué nunca me gustó nadar.

miércoles, 10 de abril de 2013

El yunque y el martillo


Ayer me ha sorprendido ese guiño pícaro de la muerte, ese capricho coqueto de sorprender a dos personas tan opuestas en la misma fecha. Como sorprendentes resultan las similitudes y las diferencias de sus circunstancias: los dos ancianos, los dos venerables, los dos tranquilos, los dos auténticos, los dos simbólicos, soportando con firmeza y elegancia el peso de la vida y de sus obras.
Parece casi mentira que esos torbellinos, racional y emocional, político y social, económico y eco-lógico, que produjeron en vida, acaben de la misma manera, en un leve hálito, como el silencioso fluir del río a orillas del mar.
Me pregunto si habrán llegado al mismo mar. Pero lo cierto es que una halló la muerte entre las suntuosidades del hotel Ritz de Londres y otro al candor de un hogar madrileño. Hasta el final, en su sitio.


Sus ríos fueron de fluir turbulento y de cacera ancha. Emanaron, fecundaron, sonaron con fuerza, impregnaron la tierra. 
Una, con el puño de hierro sobre la mesa. 
Otro, con la pluma impertérrita sobre el papel. 

En los ochenta, ella bombardeaba ilusiones y despojaba de bienes comunes.
Él arrancaba sonrisas etruscas y dejaba caer lágrimas de sirena. 

En los noventa, ella apagaba incendios.
Él desmontaba mitos.

En el nuevo siglo, ella calló su voz y alargó su sombra. 
Él encorvó su estampa y vociferó hasta desgañitarse.


Con el paso del tiempo, me han dejado la imagen de un anciano con mirada de niño y una jovencita con mirada de anciana astuta. 

Ella tenía el brazo más firme y el verbo más inquisidor.
Él, la prosa más sensible, elegante y certera, despojada de artificio. 

Luchadores ambos, ella dejaba la sangre en una única gota de sudor, en una breve mueca decisoria. 
Para él, "la sangre era  la tinta que se utiliza para escribir cuentos, poemas, ensayos y octavillas".

Ella decía que  "no tenemos derecho a los bienes sino el deber de obtenerlos".  
Él,  que "no sólo tenemos el derecho a la vida sino el deber de vivirla". 

Ella me minó el cerebro y él me encendió el corazón. 


Pienso en sus legados. El de ella es material, tangible, viscoso, impregnado de asfalto y de fuel. Se extiende a través de los agujeros de la Bolsa. Puede atesorarse tan fácilmente como desvanecerse entre los dedos. 

El de él es incorpóreo, plástico, alado, eterno. Crece, se inflama y estalla. Se funde con el viento en un canto de sirena en el quebrar del albor.


Por eso él no quería un entierro sino una voz al unísono que defendiera humanismo frente a capitalismo, libertad frente a liberalismo, vitalidad frente a productividad, cooperación frente a competitividad, creación frente a innovación.

Ese su eterno legado. Lo comprendí cuando una horda de necios idealistas, indignados ante el capital y enamorados de la vida, dejamos caer el puño sobre nuestra mejilla como el martillo cae sobre el yunque.  


Espero que los férreos martillos no dejen de toparse nunca con etéreos yunques demoledores.









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jueves, 4 de abril de 2013

Por los cinco sentidos...

Leo: los objetivos de la última auditoría (confirmar que el sistema de gestión es conforme con los requisitos de la norma de referencia; confirmar que el sistema de gestión ha sido planificado e implantado eficazmente por la organización; confirmar que el sistema de gestión está alcanzando los objetivos de la política de la organización...).


Escucho: la voz monocorde mi superior hablando sobre UNE-EN-ISO 9001:2008.


Bebo: un café frío de una de las miles de máquinas plagadas por el hospital.


Tecleo, a mil caracteres por minuto.


Huelo a alcohol con clorhexidina.


Pienso: ¡¡¡¡¡Quiero bailar!!!!!



Siento nostalgia de mí.

lunes, 1 de abril de 2013

Zumo

Hoy he tenido miedo de que explotara esa mandarina tirada en la esquina del vagón del tren...

martes, 26 de marzo de 2013

Cooperantes anónimos

Salgo del metro. Creo que he pillado un virus gastrointestinal. Llevo dos horas con escalofríos y aguantando las ganas de echar jugos gástricos por todos los orificios. Pedí permiso para salir del trabajo. Sólo quiero llegar a casa y descargar mi mala suerte contra la taza del váter. No lo soporto. Me desplomo delante de la puerta del instituto con un vómito en escopetazo al estilo "niña del exorcista". Pasa una mjuer de mediana edad. "¿Te encuentras bien?" Es obvio que no. "¿Vives lejos? Te acompaño a casa". Me coge del brazo. Me siento segura. Durante los 200 metros de trayecto le da tiempo a preguntarme por mi estado laboral, personal y sentimental. "¿Vives sola?, ¿a qué te dedicas?, ¿trabajas lejos?, ¿no tienes novio?, tan joven y tan linda... pobrecita". Asume. "Mira preciosa -añade- , el amor llega a cualquier edad. Yo misma, nunca creí que me ocurriría algo así a los cincuenta y cinco. Estoy casada desde hace veintisiete años, tengo dos hijos y un marido ejemplar. No trabajo. Son mi vida. Hace unos meses mi padre se puso enfermo y tuvo que ser ingresado en un hospital, no te digo cuál a ver si va a ser el mismo en el que tú trabajas. Soy su única hija. Iba a visitarlo todas las tardes, me quedaba por las noches. Decían que era una santa devota henchida de amor filial. Lo cierto es que no me importaba. Compartía los cuidados, las lecturas y las esperas con el hijo del compañero de habitación de mi padre. Un portento. Ingeniero. Separado. Elegante. Encantador. En ese ambiente extraño, aséptico y hostil, lleno de miedos e incertidumbres, el corazón y la mente se abren de forma especial. Nos lo confesamos todo: nuestros problemas, nuestras frustraciones, nuestras rutinas, nuestros vacíos... En esa situación incierta, nunca sabía si al día siguiente la cama estaría vacía y mi interlocutor habría desaparecido. Me daba cuenta de que me estaba enamorando. Pasaron dos meses. Casi al mismo tiempo mejoró mi padre y falleció el suyo. Sentí que con la hoja de alta se firmaba la sentencia de muerte de mis pasiones. Nunca he llorado tanto y tan en silencio en una cama tan fría, compartida durante años con una persona que ahora me resulta ajena. Decidí acudir al entierro de su padre y le di mi número de teléfono con mis condolencias y el corazón saliéndoseme del pecho. Desde entonces, nos vemos a escondidas, siempre en lugares extraños, asépticos, de sábanas blancas. No sé qué hacer. Ya no puedo vivir sin él".

Domingo en La Latina. Media tarde. Mis amigos se quieren ir a casa. Ha empezado a llover. Hago lo propio. Siento un vacío. Camino bajo la lluvia que me empapa los cabellos y empieza a brotar también de la cuenca de mis ojos. Súbitamente, aparece un paraguas redentor medio chueco de color rosa custodiado por un jovencito encantador con una sonrisa de oreja a oreja. "Te vas a mojar. ¿A dónde vas?". Al metro, contesto. "Te acompaño. Acabo de encontrar este paraguas en la basura. No imaginaba que iba a hacer tan buena labor". En los 200 metros de trayecto le da tiempo a hacerme las mismas preguntas que mi vecina. "Me tomaría algo contigo, pero voy a quedar con mi novia. Es un encanto. ¿Sabes dónde la conocí?, en la oficina del INEM. Es curiso, ¿no? Llevo ocho meses sin trabajar. Estudié ingeniería informática y tengo un máster. Hablo inglés y alemán. Nunca pensé que llegaría a esta situación, pero ya ves, no es tan distinta de la de la mayoría de jóvenes de nuestra edad. Me sentía tan ridículo haciendo la cola del paro, era como ir a pedir limosna, yo que siempre he sido una persona responsable y he seguido la senda marcada por este alienante sistema social. No lo entendía. Estaba permanentemente enojado con el mundo, con ganas de destrozar los cajeros automáticos y lanzar pedradas a los coches de los ejecutivos. Me daba como un poco de vergüenza estar allí. Hace unos años ni lo habría imaginado. Estaba a punto de darme la vuelta. Cuando llego a la ventanilla, con la mirada baja y las mejillas encendidas, me encuentro frente a un ángel. Volvió a llenar mi vida de color con su sola sonrisa. Me ha proporcionado toda la ayuda necesaria, ha relativizado mi situación, (¿sabes cuánta gente hay igual que tú?, disfruta de tu libertad, tienes el mundo a tus pies. No es tu culpa, es el mundo el que está loco. Eres imprescindible. ¿Qué haría el mundo sin tí?). Llegué a alegrarme de mi desdicha. Deseaba que se alargara para volver a verla al otro lado de la ventanilla todos los meses. Le pedí su número. Nos enamoramos. Ella también está cansada de tantos miedos y tantas incertidumbres. Nos vamos a vivir juntos a Berlín".

Salgo de baile. Estoy agotada. Voy a encender un cigarrillo antes de entrar al metro en la plaza de Chueca. No me funciona el mechero. "¿Quieres fuego?" Gracias. "Ya no duran nada los mecheros". Esta vez mi espontáneo compañero me causa cierto recelo. De rostro enjuto, un poco demacrado, lleva ropa vieja y la poca piel que se deja entrever repleta de tatuajes. "Me recuerdas a una voluntaria que conocí en la cárcel. Jejeje, no me mires así, no he matado a nadie. Ya sabes, tráfico de drogas, siempre pillan a los pringaos y los de arriba se van de rositas. Me cayeron dos años. El caso es que había una chiquita que se parecía mucho a tí. Jovencita, delgada, con cara de no haber roto un plato, así como una madre Teresa. ¡Puta pardilla monjil!, pensaba. Me irritaba profundamente. Venía una vez por semana a tocar canciones estúpidas de esas parroquianas y soltarnos una copla para hacernos sentir mejor. Me parecía una de esas tontas niñas bien que dan limosna a los proscritos para sentirse un poco menos culpables de tener una vida perfecta. Yo estaba muy jodido y muy amargado. Había dejado sin nada a mi mujer y mi niña. Ahora no sé donde están. El caso es que empecé a tomarle cariño. Pensé que si yo estuviera en su situación  no sé si andaría perdiendo el tiempo con gente de mi calaña. Pensé que en el fondo era bonito. La veía cada día más angelical. Empecé a preguntarle por su vida. Me traía algunas cosas. Sobre todo libros. Empecé a interesame de nuevo por el mundo más allá de esos cuatro barrotes. Cuando aparecía, todo parecía más puro y yo tenía ganas de ser mejor persona. Le escribía cartas que le hacían reír. Las contestaba a menudo. Me dedicaba su mejor sonrisa. Me porté muy bien. Me rebajaron la pena. Salí del talego. No he vuelto a verla. Ahora no encuentro curro. Estoy en la puta calle pero ya no puedo volver a delinquir. Creo que se lo debo. Algo saldrá, ¿no crees?".


Ahora estoy en casa. Es de noche. Recuerdo a mis cooperantes anónimos, enamorados confesos en situaciones adversas. Observo la panorámica, las miles de luciérnagas titilantes de la gran ciudad. Pienso en la historia que esconde cada una de esas lucecillas. 

Me han enseñado a ver crecer rosas rojas en medio de una ciénaga. 

Me acuerdo de la flor que crece dentro de mi vientre. Decido retirarme a darle también de beber antes de apagar mi farito desnudo.